viernes, 25 de julio de 2008

Colisión de estrategias

Hay seres que han nacido para sufrir en la vida (o al menos ellos así lo creen) y hay seres que han nacido para salvar en la vida (o al menos ellos así lo creen).
Lo que empieza como un rol para ocultar falencias internas, se convierte en un estado de vida y al final evoluciona en una estrategia de manipulación. Una estrategia muy eficaz para conseguir lo que se desea.

El víctima: al que la vida ha golpeado tanto, al que nadie entiende porque nadie ha estado tan triste como él, el que tiene el corazón tan herido por las circunstancias de su existencia. Solitario, introspectivo, excéntrico, emotivo… ese que necesita desfogar ese torbellino de emociones en actividades dignas de una víctima. Actividades en las que su complejo y único yo interior se libere. Actividades profundas y exclusivas, claro, ya que no todos han llorado como él y es solamente el inconformismo (y la tristeza detrás) el que lo lleva a explorar más su yo interior y a explotar al máximo su capacidad de crecimiento.
¿Qué esconde el víctima en su interior? Solo contadas personas en el su complejo círculo podrían llegar a entenderlo (o al menos él así lo cree).

El samaritano: tan capaz, tan inteligente, tan bondadoso. Él sabe lo que es el sufrimiento, pero ha sabido encaminarlo y ha logrado sobrellevar su pena con altura. El y solo él sabe cómo salir de los hoyos en los que cae. Le duele, si, pero al final no se deja abatir y sale airoso de los embates de la vida.
Inteligente, solitario, conceptual, poseedor de la verdad absoluta… encamina su existencia a cultivar sus experiencias, llenándolas de un halo de excepción y exclusividad, pues solamente a él le han ocurrido cosas tan poderosamente crueles y a la vez motivadoras.
Elige cuidadosamente a los que salvará, porque no todos son dignos de recibir esa sabiduría conseguida solo con la experiencia y el sufrimiento propios. No todos son seres buenos y puros.

El víctima es en realidad una persona vanidosa y egocéntrica que disfruta lo atrayente que es su supuesta personalidad emotiva. Lo que dura esa mentira en los demás es lo que dura su interés y su entrega. Tarde o temprano el víctima se convierte en victimario y es ahí cuando es mejor buscar nuevos caminos, el víctima buscará impresionar nuevamente y tendrá más historias fantásticas que contar.

El samaritano esconde a una persona profundamente insegura consigo misma, por lo tanto, el salvar y ser el centro de la vida de alguien es lo que ocultará momentáneamente esa realidad. El samaritano se vuelve victimario contra si mismo al pensar que necesita ser irremplazable para ser amado. Y se vuelve doblemente victimario al querer salvar a la fuerza. Nadie necesita ser salvado. Pero eso el samaritano no lo sabe.

Ahora imaginémonos un encuentro entre el víctima y el samaritano. El encuentro perfecto dirán ustedes, ellos se necesitan. Lo que no hay que olvidar es que no llevan estados de ánimo… llevan estrategias.

El víctima se encuentra con el samaritano. El víctima hace uso de frases que el samaritano siempre quiso escuchar. Solo contigo… nunca he sentido… nadie ha sido… solo tú…
El samaritano quiere salvar al víctima. El víctima no quiere ser salvado, ¡la tristeza es su encanto natural!.
El víctima deja de ser víctima a los ojos del samaritano. No puedo manipularlo, no soy irremplazable, no merece ser salvado.
El víctima necesita mantener esa posición para manipular a otros mientras sigan creyendo su estrategia.
El samaritano necesita ocultar su realidad.

Los dos, víctima y samaritano necesitan ayuda pero sus estrategias no son compatibles. Necesitan ayuda… pero profesional. ¡Jajaja!


(hoy me levanté extremista... aunque pensándolo mejor, soy extremista)


3 comentarios:

Unknown dijo...

Ambos, necesitan una dosis de eutanasia de unica dosis

Anónimo dijo...

La próxima una con sado y maso.

Creo que sería mas digerible.

Petite dijo...

¡¡¡de una!!! dame tiempo, también hay días que me levanto con esos ánimos